Hoy es domingo.
Esta mañana has abierto la ventana de tu habitación y al asomarte has experimentado los reconfortantes rayos de sol que solo se valoran en invierno, y has pasado el resto del día deseando volver a sentirlos.
Has hecho limpieza en tu casa, como cada domingo, escuchando la radio y cantando todas las melodías que conoces y por un momento te has sentido bien pero repentinamente un pensamiento ha invadido tu mente: el recordatorio de un deber que no has cumplido. El sentimiento de culpa ha comenzado a nacer, y como todo el mundo sabe la culpa es el mejor alimento de las inseguridades. Ha aparecido un sentimiento de inferioridad que siempre traen consigo dudas.
"No se me da bien esto. No puedo hacerlo. Nunca llegaré a nada. No tengo talento. Soy mediocre. Mis ideas no son buenas."
Te has dado cuenta de lo dura que estás siendo contigo misma, te estás atacando... ¿y por qué?
Te has dado cuenta de que te necesitas a ti misma, que estás teniendo dudas y solo tú puedes resolverlas, así que has decidido reconectar contigo de la mejor forma que conoces: salir a pasear.
Has escogido ir al campo, necesitas un lugar con escasos ruidos e interrupciones, con el menor contacto con la realidad posible. Te has puesto música, no como la que cantabas esta mañana, otra distinta, reflexiva y romántica, con sonidos suaves y envolventes, incluso emotivos.
Has emprendido el camino sin saber dónde vas a acabarlo, andando sin rumbo, tus pies se mueven solos utilizando tu corazón como brújula.
Te has adentrado en senderos conocidos pero tomas rutas alternativas porque sabes que la mejor manera de encontrarse es perderse.
Observas. Te paras. Respiras hondo.
Estás disfrutando y se te ha olvidado por qué has salido a pasear, y olvidarlo te ha hecho recordarlo.
Hay algo que no va bien en tu vida, algo que no sabes qué es pero que no te deja avanzar. Te sientes en un callejón sin salida, bloqueada y angustiada porque tienes un proyecto en el que no avanzas. Has recordado todas aquellas malas palabras que te has dedicado hace un rato en tu casa y te has dado cuenta de que ese es parte del problema.
Paso 1: QUIÉRETE.
Te has puesto a buscar soluciones entonces, y gracias a ello has identificado más problemas. Te faltan ideas, te falta creatividad, ilusión, fuerza, inspiración...
Te has dado cuenta de dónde estás. Has perdido la noción del tiempo y has llegado a un lugar en el que no habías estado... pero está bien. Quieres descubrir sitios nuevos con los que reconectar y llenarte de energía, respirar aire fresco y escuchar los mensajes que te envía el viento.
Has visto una colina frente a ti y has decidido subirla. Con cada zancada, la adrenalina ha bañado tus venas, has sentido fuerza, un impulso que ha motivado a tus piernas a seguir subiendo, cada vez más deprisa. Tu sonrisa se ha hecho mayor conforme te has acercado a la cima de la colina.
Y ahí estás. De pie, con el mundo a tus pies. Te sientes fuerte y poderosa, la bajada es empinada pero no importa.
Cierras los ojos, vuelves a respirar, los abres.
Todo sigue igual pero tú no. Tú te sientes grande. Observas los bosques, las montañas que se han erguido frente a ti, escuchas el río imparable, el viento te acaricia el pelo, y el sol sigue calentando tu rostro igual que hacía por la mañana.
Paso 2: INSPÍRATE.
Nútrete de todo lo que has visto, oído, sentido, olido y tocado durante este recorrido. Mantén calientes las emociones que han llegado a ti cuando estabas en la cima de la colina. Perdónate por cada desprecio que te has hecho a ti misma e identifica tus mejores armas, aquellas que te harán ser más grande cada día.
Y ahora escúchate... Tienes mucho que decirte a ti misma. Y ya has comenzado a hacerlo.
Paso 3: TRABAJA.
Sé imparable. Vive, disfruta y siente todo lo que hagas, ama tu trabajo y tus deberes, que son regalos. Aprende, escucha lo que otros puedan enseñarte y no te rindas. Sé paciente, identifica tus errores y soluciónalos. No pares nunca.
Y te harás gigante.
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