miércoles, 29 de enero de 2020

Vuelta a la rutina y el primer reto



¡Hola de nuevo! Después de un mes de ausencia total, he decidido quitarle las telarañas al blog y recuperar al hábito. Estoy comprobando mientras escribo lo fácil que es acostumbrarse a "lo bueno", que en este caso sería dejar el hábito de escribir. Porque es cierto, no me voy a engañar... llevo un mes sin escribir. No quiero excusarme pero tampoco negarlo, a veces por cosas de la vida dejamos mucho de lado, lo más prescindible, y retomar lo abandonado se hace duro, todos los comienzos lo son. Pero creo que no serviría de nada dejarlo pasar y olvidar, centrarme en cosas más productivas si esto es tan importante para mí. Así que voy a deshacerme de la pereza y del acomodamiento, de los bloqueos y las inseguridades que empiezan a brotar, voy a olvidarme de todo y a hacer lo que más me gusta: escribir.

Tras esta introducción mediante un párrafo auto-motivante os voy a poner al día. Durante las navidades estuve trabajando cubriendo varias bajas y vacaciones, me pusieron muchos horarios distintos y bastante "incómodos", que me quitaban mucho tiempo y energía. Había días en los que quería estudiar o escribir pero no me daba tiempo porque para cuando empezaba ya tenía que volver a trabajar. A todo esto hay que sumarle el cansancio físico, reuniones familiares (que vaya fechas), mantener un orden vital, etc. Fueron un par de semanas bastante estresantes pero finalmente acabaron y pude disfrutar de mis ansiadas vacaciones en bellas tierras gallegas junto con mi persona preferida, y han sido unos días maravillosos. 
Sin embargo lo malo se acaba y lo bueno también, ahora estoy de vuelta en mi rutina de estudiar y escribir, y estoy encantada de hacerlo, además de motivada. 

¿Qué mejor forma de regresar que con contenido nuevo?

Me he apuntado a la propuesta de los 52 retos de escritura para 2020 propuestos por Literup (un blog que me gusta mucho). Hace unos 3 años intenté hacerlos por mi cuenta, sin publicar nada, pero fue un fracaso, de modo que este año me he propuesto unirme y aprovechar esta oportunidad para dar color al blog y practicar escritura creativa. Siendo realista no creo que pudiera completar los 52, y menos teniendo en cuenta que solo escribo un post por semana y quiero seguir escribiendo en mis secciones habituales. Por suerte Literup ya previó que a algunas personas les pasaría como a mi e incluyó la opción de realizar 12 retos, hecho que me viene genial. Mi propuesta es escribir un reto al mes, y hoy traigo el primero. 

Dado que he pasado un mes sin publicar nada, esta semana (como excepción) voy a hacer dos publicaciones, hoy como día extraordinario y la del viernes habitual, que va a ser un nuevo Desgranando...  

Sin más dilación os presento la historia del reto número 3, que en mi caso es el primero: La aracnofobia es un miedo muy común. Haz que tu protagonista la padezca.


Creía que tres horas de viaje pasarían rápido en compañía pero ha sido una tortura. Espantoso, diabólico incluso. Marta no sabe seguir un mapa ni dar indicaciones, Sara no sabe seguirlas (curiosamente es la que conduce) y Eva no ha articulado palabra porque se ha pasado el camino chateando con su novio. ¿Son éstas las vacaciones que me esperan? Por dios, que acaben pronto. 
No, Blanca, cálmate. Los viajes largos suelen provocar tensiones entre los tripulantes, eso no implica que todo la estancia vaya a ser similar. Estás en una cabaña en el monte, con tus tres mejores amigas y vais a pasar un maravilloso fin de semana. Daréis paseos, respiraréis aire puro, os emborracharéis a las noches y con suerte veréis algún ciervo durante las caminatas. Si...
Espléndido.
Voy a esforzarme por cambiar el chip. Si quiero que mis amigas se encuentren animadas soy la primera que debe aportar entusiasmo. Miro al cielo, sonrío ampliamente y con una bocanada de aire limpio extiendo los brazos, acompañando el movimiento con un "aaahh". Mis amigas aún están algo serias tras el "incidente" del mapa, pero quiero que se les pase y disfrutemos de la escapada. Dando saltos avanzo hasta Sara, que me mira con recelo.
-¡Sara, mira esto! -mi amiga mantiene su postura rígida y mirada desconfiada porque cree que se me está yendo la olla. - ¡Mira! Estamos en medio de la nada rodeadas de árboles, sin cobertura ni preocupaciones... ¿Es que no te sientes viva?
- Claro, Blanca. Sí... - definitivamente cree que estoy loca. Eva ha emitido un gesto de alarma cuando ha oído lo de la cobertura.
- ¡Marta! - Marta da un respingo al oír su nombre, está concentrada buscando la llave de la cabaña. Me dirijo hacia ella brincando nuevamente - ¡Marta, amiga, por dios! ¿Tú sabes lo que es? ¡Por fin desconectamos y estamos juntas las cuatro!
- ¡Sí, tía, que guay! - responde igual de entusiasmada que yo. Marta es muy alegre, sabía que se le pasaría rápido el disgusto de la discusión. 
Parece que mi energía positiva le ha dado fuerzas porque rápidamente encuentra la llave y al fin podemos entrar en la cabaña.
La puerta se abre con un chirrido. Dentro hace un poco de frío pero es de agradecer, ya que fuera hace bastante calor. La cabaña de madera tiene un aspecto de lo más acogedor, con sus paredes verdes y esa enorme alfombra que adorna el salón. Lo que más me gusta hacer al entrar en una casa que no conozco es ir a la cocina, así que me encamino hacia ella sabiendo que mis compañeras vendrán detrás.
- ¿Cenamos pollo, no? - les pregunto.
- Ajá... - responde Eva. Qué actitud...
La cocina parece sacada de un cuento infantil. Es vieja pero tiene el encanto natural de aquellas cosas que han conocido el paso del tiempo. 
Estoy deseando ver la vajilla, me encantan estas cosas. Abro el armario y...
No. Es una araña. Un monstruo negro y peludo, técnicamente de pequeño tamaño pero para mi es tremendo. Está corriendo en círculos y no lo puedo soportar. Viene hacia mí. Entro en pánico, quiero correr. Oigo mi voz gritando de terror.
- ¡¡Mátala!! ¡¡MÁTALA!!
Intento huir de ella, pero se mueve rápido. Ahora veo arañas en todas partes, corriendo hacia mí. Sé que no son reales pero yo las veo. Quieren subir por mis piernas y meterse por mi boca y mi nariz, mis ojos y mis oídos. He empujado a Sara y me he subido a una silla para que las arañas no puedan alcanzarme. No paro de gritar, pierdo el control de mis extremidades. 
Marta se está riendo. 
Sara aparece refunfuñando con una zapatilla en la mano y de un golpe seco aplasta a la araña.
Mis gritos cesan.
- ¡Por dios, Blanca!- dice Sara. Marta sigue riendo, de forma cada vez más descontrolada.
- No.. no puedo... - consigue articular entre carcajadas.
- ¡Qué asco, joder! ¡Aaaaahhhh! -digo horrorizada, pero con la tranquilidad de que la araña ya no va a hacerme daño.
- Estamos en el campo, no se qué esperabas. - añade Eva, aportando algo a la conversación por primera vez.
- Yo... yo esperaba ver ciervos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario